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Mucho se ha hablado del secuestro del CO2 de la atmosfera por las plantas, para ser depositado en el suelo. El ciclo que sigue el carbono en los ecosistemas vegetales se inicia con la absorción de CO2 de la atmosfera, a través de la fotosíntesis. De esta manera el CO2 entra a formar parte de la planta en forma de carbono orgánico,

Es por esto que con buenas prácticas agrícolas, se ayuda a este secuestro y a la permanencia del CO2 en el suelo. Este carbono es incorporado al suelo desde la vegetación cuando las hojas, ramas, flores y frutos, caen. Es así como este carbono, pasa a ser el Carbono Orgánico del Suelo (COS).

Por otro lado, la agricultura de hoy es perjudicial al medio ambiente. Se estima que las prácticas agrícolas son responsables de la emisión del 11% de CO2 a la atmosfera. Prácticas como el laboreo excesivo y el agotamiento de los suelos agrícolas por la sobre explotación.

Entre estas se mencionan, el manejo inadecuado de la materia orgánica del suelo y zonas húmedas, la deforestación o el cambio inadecuado del uso. Sin embargo, otras prácticas por el contrario son susceptibles de almacenar carbono, tanto en suelos como en la biomasa.

El suelo como sumidero de carbono

Uno de los aspectos importantes del Protocolo de Kioto, fue considerar al suelo como el principal sumidero del CO2 secuestrado de la atmosfera. Esta consideración se basa en la capacidad que tiene el suelo de almacenar el carbono, tanto en forma orgánica, como inorgánica.

Es un hecho que la capacidad del suelo de almacenar carbono, está directamente relacionada con la biomasa presente en él. En función a ello, las tierras de cultivo y los bosques son los encargados de absorber este carbono de la atmósfera. La condición sine qua non, para considerar al suelo como sumidero de carbono, es la permanencia en el tiempo, del carbono almacenado.

Si la cantidad de CO2 absorbida es mayor que la emitida, será un sumidero de carbono. Si ocurre lo contrario, el ecosistema será una fuente de CO2. En este caso, el bosque, prado o tierras de cultivo, incrementarían los GEI en la atmosfera.

Estudios realizados demuestran que el suelo puede almacenar unos 1500 Pg de carbono orgánico a 1m de profundidad. De igual manera que esta capacidad llega a los 2.456 Pg de carbono orgánico a 2m de profundidad. Mientras que puede almacenar 1.700 Pg de carbono inorgánico.

Las causas más comunes de las pérdidas del carbono son las plagas, enfermedades, desforestación, incendios foréstales y cosecha de cultivos. Es así como gran parte del CO2 almacenado en el suelo como carbono, es reemitido a la atmósfera.

El CO2 en la atmosfera y la agricultura

El CO2 es absolutamente necesario en la atmosfera, gracias a este y otros gases, se produce el «efecto invernadero». Este efecto permite que parte de la energía calorífica emitida por la corteza terrestre, sea retenida. Por ende, estos gases impiden que se produzca un enfriamiento progresivo de la Tierra.

Sin estos GEI, el calor emitido por la tierra se disiparía fuera de la atmosfera, produciéndose temperaturas extremadamente bajas en la Tierra. Entre ellos se encuentran el dióxido de carbono, el óxido nitroso y el metano, que en concentraciones normales son beneficiosos.

Sin embargo, la actividad humana ha supuesto un desmesurado incremento de GEI, estimándose un 30% desde el siglo pasado. Este incremento provocó un desbalance que ni la propia naturaleza está capacitada para equilibrar. Entre estos gases el CO2 es de los más importantes por su larga permanencia.

Las plantas tienen la capacidad de captar el CO2 atmosférico, mediante el proceso fotosintético. El CO2 absorbido es metabolizado para obtener azúcares y otros compuestos que requieren para el normal desarrollo de su ciclo vital. Durante este proceso, el carbono es fijado al suelo por la biomasa y el oxigeno es liberado a la atmosfera.

En conclusión, las plantas a través de la fotosíntesis, absorben el CO2 de la atmósfera en forma de CO2 y lo convierten en biomasa. Esta biomasa se incorpora al suelo en forma de humus. Sin embargo, a través de la respiración de los microorganismos que la procesan, liberan CO2 a la atmosfera.

Mediante buenas prácticas agrícolas, las tierras de cultivo dejan de ser perjudiciales al medio ambiente. Así, una agricultura ecológica permitirá restaurar la salud del suelo degradado y aumentar la producción agrícola.

Entre las prácticas apoyadas por MDL, bajo el Protocolo de Kioto está reducir la labranza. Y evitar remoción de residuos de cosechas, monocultivos, pastoreo excesivo y uso generalizado de fertilizantes químicos y pesticidas.