La huella ecológica, es un indicador diseñado para medir el impacto del ser humano sobre el medio ambiente. Asimismo, mide la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio. Y a la vez, mide la superficie necesaria para absorber los residuos que se generan en esa producción.
Lógicamente al hablar de superficie, la unidad de medición escogida es la hectárea, por ser la de mayor uso a nivel mundial. También este indicador toma en cuenta, las diferencias existentes entre los terrenos a nivel mundial en función a la productividad. En consecuencia, se habla de huella ecológica global, y se mide en hectáreas globales (hag).
Qué mide realmente la huella ecológica
En definitiva, la huella ecológica mide la superficie de suelo productivo requerida por una persona para satisfacer sus necesidades y los desechos producidos. Este indicador determina en forma simple, no sólo la cantidad de recursos consumidos o los desechos producidos, sino también la capacidad del medio de producirlos, de absorberlos o de regenerarlos.
Para el uso de este indicador, se ha considerado la superficie productiva del planeta tierra. En este orden de ideas, se estima que la cuarta parte de la superficie del planeta es productiva. Es decir 12.600 millones de hectáreas, son productivas. De estas, el 90% son utilizadas por los humanos, lo que equivale a 11.340 millones de hectáreas.
Según el último informe demográfico de las Naciones Unidas en 2019 la población mundial es de 7700 millones de personas. En este este sentido, a nivel global, a cada persona le corresponde 1,4 hectáreas productivas, para satisfacer sus necesidades y desechos. En otras palabras, esta sería la capacidad de carga actual del planeta tierra.
Ahora bien, no se puede hablar de huella ecológica (HE), sin hablar de biocapacidad (BC), entendiéndose esta como la superficie de tierra disponible para un determinado nivel de producción. La unidad para expresar la biocapacidad es también la hectárea. La relación entre huella ecológica y biocapacidad, determina la existencia bien sea, de un déficit o un excedente, de recursos.
En función a esto, se tiene que, si la relación es menor a cero, habría un déficit y cuando es mayor a cero, habría un excedente. Para el cálculo de la biocapacidad se requiere conocer la extensión y la productividad por unidad de área de las tierras en producción y las que aún están desocupadas.
Cómo se mide la huella ecológica
La calidad de vida de la población asentada en un territorio está íntimamente ligada a la capacidad de oferta de bienes y servicios ambientales. Por lo que conocer los requerimientos de la población y la capacidad del espacio disponible para la satisfacción de sus necesidades, es fundamental para garantizar la sustentabilidad ambiental.
El cálculo de la HE y la BC permite estimar el déficit ambiental de un territorio determinado. Por lo tanto, son mecanismos útiles para la toma de decisiones en la planificación y la gestión ambiental. Estos son útiles para la planificación del uso del suelo, en aspectos relacionados con la provisión de alimentos, energía, agua, disposición de residuos de una ciudad determinada.
Las superficies biológicas utilizadas para el cálculo de la huella ecológica son: Cultivos, Pastos, Bosques para madera, fibras, Mar productivo y Terreno urbanizado. Igualmente, se incluyen la superficie de Bosques necesarios para la absorción de las emisiones de CO2 producidas.
Mientras que las necesidades consideradas son; Alimentación, movilidad, servicios, vivienda e infraestructura y bienes de consumo. Sin embargo, al considerar que los ecosistemas naturales no tienen igual biocapacidad, las superficies no pueden ser tomadas de la misma forma.
Es decir, en términos de productividad, no es lo mismo una hectárea de cultivos, que una de mar o que una de bosque. Al no ser superficies equivalentes no pueden ser sumadas directamente para obtener una única medida de biocapacidad.
En consecuencia, para que las medidas de superficie sean comparables entre sí, se definió la hectárea global. Y esta es el resultado de la ponderación de las áreas biológicas. Para ello se ha determinado un factor de equivalencia según la productividad de cada tipo de superficie.
De esta forma para el cálculo final, a cada tipo de consumo hay que aplicarle el factor de equivalencia que corresponde al tipo de superficie que lleva asociado. En función a esto, la huella ecológica permite conocer si una determinada comunidad está consumiendo más de lo que es capaz de producir.